Do You Desire God's Divine Mercy?

04-16-2023Pastor's LetterRev. Richard C. Wilson, VF

Dear Friends in Christ,

The Lord Jesus, the Risen One is coming today to open our eyes, just like He did for Thomas, so that we can have a new perspective on our lives. His Spirit enlightens us and strengthens us with a new life that fills us with joy and peace. “If then you were raised with Christ,” says St. Paul, “seek what is above, where Christ is seated at the right hand of God. Think of what is above, not of what is on earth.” (Col 3:1-4) Christ rose from the dead, but He did not stop there: he promised that each of us would also one day rise again. St. Paul teaches us that our faith allows us to wait hopefully for our own resurrection, and this hope will give us the spiritual strength necessary to break the bonds of sin.

“Love is being embraced by mercy.” Today we celebrate once more the Feast of Divine Mercy. Pope Saint John Paul II instituted this feast in response to the plea that Christ himself made to Saint Faustina Kowalska. Jesus Christ makes us three invitations to hearken to His Mercy: to repent of our sins and confess within the week leading up to the feast; to receive communion on the day of the feast; and to be merciful ourselves by doing some act of charity and mercy.

See how His words encourage us! I desire that the Feast of Mercy be a refuge and shelter for all souls, and especially for poor sinners. On that day I pour out a whole ocean of graces upon those souls who approach the fount of My Mercy. The soul that will go to Confession and receive Holy Communion shall obtain complete forgiveness of sins and punishment. Let no soul fear to draw near to Me, even though its sins be as red as blood.”

Confession is not a punishment; it is a grace that transforms us from stained and soiled creatures into pure men and women. In this sacrament the soul’s misery meets Divine Mercy. To conclude, hear what Jesus said to Saint Faustina Kowalska: “I am personally waiting for you in the Confessional, only I am hidden in the priest. I myself am acting in your soul.” Even if a soul seems to be decaying like a corpse, and all seems to be lost, it is not so with God. He never gives up on us. Our God is the God of the second, third, fourth, and fifth chance….and etc. 

Christ does not want the death of the sinner; He wants him to convert and live. Today the Risen Christ invites us to draw near to Him in his infinite Mercy.

May all of us do so….and always stay close to Christ and the Church’s sacraments. All the best…in Christ, Father Wilson 

Queridos amigos en Cristo,

El Señor Jesús, el Resucitado, viene hoy a abrirnos los ojos, como lo hizo con Tomás, para que podamos tener una nueva perspectiva de nuestra vida. Su Espíritu nos ilumina y nos fortalece con una vida nueva que nos llena de alegría y paz. “Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo”, dice san Pablo, “busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Col 3:1-4)

Cristo resucitó de entre los muertos, pero no se detuvo allí: prometió que cada uno de nosotros también resucitaría un día. San Pablo nos enseña que nuestra fe nos permite esperar con esperanza nuestra propia resurrección, y esta esperanza nos dará la fuerza espiritual necesaria para romper las ataduras del pecado.

“El amor es ser abrazado por la misericordia.” Hoy celebramos una vez más la Fiesta de la Divina Misericordia. El Papa San Juan Pablo II instituyó esta fiesta en respuesta a la súplica que el mismo Cristo le hizo a Santa Faustina Kowalska. Jesucristo nos hace tres invitaciones para escuchar Su Misericordia: arrepentirnos de nuestros pecados y confesarnos dentro de la semana previa a la fiesta; recibir la comunión el día de la fiesta; y ser misericordiosos nosotros mismos haciendo algún acto de caridad y misericordia.

¡Mira cómo nos animan sus palabras! Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, y especialmente para los pobres pecadores. En ese día derramo todo un océano de gracias sobre aquellas almas que se acercan a la fuente de Mi Misericordia. El alma que se confiese y reciba la Sagrada Comunión obtendrá el completo perdón de los pecados y de las penas. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean tan rojos como la sangre.”

La confesión no es un castigo; es una gracia que nos transforma de criaturas manchadas y sucias en hombres y mujeres puros. En este sacramento la miseria del alma se encuentra con la Divina Misericordia. Para concluir, escucha lo que Jesús le dijo a Santa Faustina Kowalska: “Yo personalmente te espero en el Confesionario, solo que estoy escondido en el sacerdote. Yo mismo estoy actuando en tu alma.” Incluso si un alma parece estar descomponiéndose como un cadáver, y todo parece estar perdido, no es así con Dios. Él nunca se da por vencido con nosotros. Nuestro Dios es el Dios de la segunda, tercera, cuarta y quinta oportunidad... y etc.

Cristo no quiere la muerte del pecador; Él quiere que se convierta y viva. Cristo Resucitado nos invita hoy a acercarnos a Él en su infinita Misericordia. Que todos lo hagamos... y permanezcamos siempre cerca de Cristo y de los sacramentos de la Iglesia.

Todo lo mejor... en Cristo, Padre Wilson